EL CUIDADO DE ENFERMERÍA 

01.10.2018

Comenzar una reflexión sobre el cuidado es un verdadero desafío. Aun cuando esta palabra, tan simple para muchos, retumba en los oídos desde que, como seres vivientes, nos hacemos conscientes de nuestra existencia en este mundo, su significado va más allá de una simple definición, envolviendo cada acción y situación a las cuales nos vemos  enfrentados.

Como conciencia colectiva, el cuidado se aplica a distintos actos cotidianos. Los padres cuidan a sus hijos desde su nacimiento; los hijos cuidan a sus padres cuando estos envejecen. 

Cuidamos a los seres vivos que nos rodean (animales y plantas), incluso, nos referimos en iguales términos a los objetos que, en muchas ocasiones, con esfuerzo se han adquirido, y que por tal razón son merecedores de sentimientos y consideraciones, por lo cual, no hay temor en creer y decir abiertamente que "cuidamos nuestra casa o nuestro auto". Solo basándose en estos ejemplos cotidianos, se podría pensar que el cuidado es una acción tan simple como preocuparse de alguien o algo. Sin embargo, se considera que esta palabra encierra una belleza, quizás poco explorada en mi experiencia como matrona, pero gratamente conocida e incorporada por las enfermeras.

El primer paso a seguir, por tanto, es que ante todo término en superficialidad conocido, pero en esencia desconocido, es imprescindible develar en primera instancia su significado. 

El cuidado, aun en tiempos actuales, sigue siendo un término con diferentes acepciones, y que incluso, depende de a quien se le interrogue sobre el mismo, la percepción que tenga de este.

Si lo posicionamos en el campo de la salud, contexto en el cual se centra esta reflexión, el cuidado puede ser entendido como la capacidad de aplicar tecnologías, técnicas, procedimientos, maquinarias, acciones o sencillamente hacer cosas a favor del estado de salud de nuestros pacientes, y solo en algunos casos se le asocia directamente con la relación o interacción que se establece en el proceso de salud y enfermedad entre ambos. 

En un contexto filológico, la palabra cuidado proviene del latín antiguo coera-cura, y era utilizado como sinónimo de las relaciones de amor y amistad, mediante las cuales, cuidado significaba desvelarse, preocuparse o inquietarse por las personas estimadas o amadas.

El cuidado pensado así, sería entonces entregado a otros solo en la medida en que ese otro sea importante para mí, y su existencia, por consiguiente, pasa a ser parte de mi propia existencia.

Según Heidegger (s.f.), citado en Mora Ferrater, el cuidado no es un simple impulso (de vivir, de querer) o una vivencia. En su libro Ser y Tiempo, Heidegger (s.f.), citado en Bustamante, establece que la base de la existencia de las personas en el mundo, es el ser en el mundo con los otros, y que este ser en el mundo, es el cuidado. Por lo tanto, el cuidado sería inherente a toda actitud y situación del ser humano. Tal descripción implica que como acción propia, tenemos como seres humanos la capacidad de cuidar de otros, quizás inconscientemente, e independiente de la magnitud o dimensión del lazo afectivo que a la persona nos une, y que por lo tanto, el "cuidar a otros", sería básicamente un acto de amor que se demuestra diariamente, inconsciente, y que no surge únicamente cuando la existencia del otro se vuelve importante en mi propia existencia.

Bustamante, define el concepto de cuidado "como una voluntad y gesto de dar de sí para los otros, más allá de las cosas o de las acciones". El cuidado es entregado en el momento exacto; es acompañar al otro hasta que se restaure su dignidad humana, identificándose con su espacio de vida, y conectándose con la tierra y con todo lo que habita en ella.

Podrían identificarse siete principios que conforman el cuidado: la singularidad y la identidad; solidaridad; conversación/comunicación; amor; lucha por la vida; ligación ecosocio organizacional; de la asperidad a la suavidad.

El cuidado, según estos principios, implicaría la capacidad de respetar a cada individuo tal y como se manifiesta ante nuestros ojos, con sus defectos y virtudes, necesidades y exigencias.

Agrupando todos estos conceptos antes expuestos, ¿se podría decir que cuidado es sinónimo de amar al otro?, y que, por consiguiente, ¿el cuidado de enfermería sería entregar amor a nuestro pacientes?

Sin lugar a dudas que tal descripción es únicamente la base de lo que en esencia significa esta palabra, y al igual que el acto de amar, posee múltiples elementos que ofrecen una vasta cantidad de definiciones. No obstante, existe un claro consenso al respecto, el cuidado no es solo un acto, es un proceso. A modo de ejemplo, el cuidado no podría limitarse a la acción de administrar un medicamento o a la curación de una herida, pues comprende el establecimiento de un relación que se inicia desde el primer momento en que como Enfermera, me hago cargo de velar por el estado de salud y enfermedad de mi paciente.

Es en este punto cuando se hace fundamental establecer la diferencia entre lo que conocemos como el cuidado innato de los seres humanos y el cuidado de Enfermería.

Partamos de la base que los "servicios profesionales de la Enfermera comprenden la gestión del cuidado en lo relativo a la promoción, mantención y restauración de la salud, la prevención de enfermedades o lesiones, y la ejecución de acciones derivadas del diagnóstico y tratamiento médico y el deber de velar por la mejor administración de recursos de asistencia para el paciente".

Dejaré de lado los conceptos que a simple vista pudieran parecer comunes a la disciplina y que caracterizan su quehacer diario, concentrándome en la mención que se hace del cuidado, de la cual surge este llamado cuidado de Enfermería, y que es atribuido a la misma como elemento fundamental de su disciplina.

El cuidado de Enfermería está orientado a "establecer un proceso intencional altruista de querer ayudar a los otros en sus procesos de salud y enfermedad, muerte y renacimiento, fundando y guiando este cuidado en un conocimiento teórico"

"Es un proceso de desarrollo humano transformativo: progresivo, con avances y retrocesos,  integrando y desintegrando, con momentos de intimad y distancias, momentos de diálogo y monólogo, momentos de placer y displacer, armonía y conflicto".

Cuidar, por lo tanto, no es fotografiar un momento de necesidades de ayuda, de afecto, de escucha, y revelarla a través de acciones concretas, la mayoría de las veces terapéuticas, y que se entregan en un momento único sincrónicamente. Desde el primer contacto con el paciente, somos capaces como enfermeras de comenzar a caminar y construir este proceso llamado cuidado, a través del diálogo o el monólogo, de la intimidad y la distancia, avanzando a veces, retrocediendo otras. 

Para Planner (1981), citado en Guirao, el cuidado también es concebido como un proceso interactivo, a través del cual "la enfermera y su paciente se ayudan mutuamente para desarrollarse, actualizarse y transformarse hacia mayores niveles de bienestar".

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